Una estudiante en mi Clase sobre el Amor una vez me dijo que a veces sentía que el mundo entero era sordo al sonido de su voz (comenta el Profesor Leo Buscaglia).
-Nadie me responde. Hablo y siento que estoy hablando conmigo misma. ¿Me estoy volviendo loca?
Le aseguré que no le estaba ocurriendo eso, y que no era la única que lo sentía. La mayoría de nosotros experimentamos alguna vez el vacío que proviene de sentirse fuera de sintonía. Escuchar es un acto de amor, o en un nivel más básico, un simple acto de consideración.
La comunicación requiere dos elementos básicos, una voz que habla y un oído que escucha. Esto parece demasiado simple, pero no lo es. La mayoría de nosotros somos oyentes muy selectivos que cambiamos de sintonía según nuestros intereses. Como consecuencia de todo el ruido ajeno y la estática inútil con que nos bombardean diariamente, esta habilidad se transforma en una bendición. Sin embargo, cuando no sintonizamos a quienes decimos que amamos, la cosa es diferente.
A medida que pasan los años, la atención se debilita, otras distracciones se entremeten y las voces se desvanecen, y comenzamos a prestar oído sordo a aquellos que más necesitan que los escuchemos. Y cuando nos damos cuenta de lo que hemos hecho e intentamos volver atrás, es demasiado tarde.

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Tenemos dos oídos y una sola lengua
para poder escuchar más y hablar menos.
Diógenes