La comadreja se hospedaba en el hueco que el tiempo habÃa hecho en el tronco de un viejo paraÃso. En un momento descendió., prendida de la corteza, y se dispuso a caminar en busca del sustento. Su manjar preferido eran los huevos. Cuando algunas gallinas se alejaban de la casa, y en algún lugar del campo cacareaba, anunciando que habÃa puesto, la comadreja festejaba anticipadamente el banquete. Pero hacÃa tiempo que las cosas se le habÃan complicado. La dueña de casa habÃa preparado en el patio, debajo de unos árboles, una serie de nidos cómodos, donde podÃan desovar las gallinas, sin necesidad de anidar en el campo. A la comadreja se le hizo dura la tarea, no porque le faltara lo necesario para subsistir, pero si porque extrañaba su plato preferido. Hasta que una mañana, festejó anticipadamente como en sus mejores tiempos. Al salir de su caminata diaria, oyó el fuerte canto de dos teros. Pensó que este cantar equivalÃa al cacareo de las gallinas. -¡Tienen nido! ¡Con huevo o con pichones! - se dijo para sus adentros. Y asà como salÃa con urgencia tras el cacareo de las gallinas, trotó hacia el lugar donde cantaban los teros. La yunta levantó vuelo y la sobrevoló haciendo picadas amenazantes. Esto terminó de convencer a la comadreja de que estaba cerca de su presa. ¡Los teros estaban defendiendo su tesoro! Asà correteó nerviosamente en cÃrculos concéntricos, sin dejar espacios para explorar. Hasta que, agotada, renunció a su sueño y maldijo a los teros. -¡Mentirosos! ¡Son unos mentirosos! Y se alejó decepcionada con su fracaso, en busca de mejor suerte. Los teros se tranquilizaron, y cuando la vieron ya lejos, se acercaron a su nido, que estaba distante del lugar donde habÃan vivido la aventura con la comadreja. Ésta no sabÃa que los teros no son como las gallinas que anuncian la puesta del huevo, cacareando junto al nido. Los teros, en cambio, para despistar al enemigo, gritan alarmados bien lejos de su nido.
No te expongas a perder tus bienes materiales o espirituales cacareando como la gallina. Aprende más bien a resguardarlos con la reserva y la cautela de los teros.
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