-¿Asà que quieres atrapar monos?, dijo el guÃa africano. ¡No hay problema! Podemos usar trampas, redes, armas. -Ese es el problema, amigo mÃo, sonreÃa el distinguido profesor que estaba conduciendo una expedición de cientÃficos al continente africano. -Queremos atraparlos, pero vivos, sin ninguna herida, para que puedan ser transportados sanos y salvos hasta nuestro paÃs. Los miembros de la expedición se pusieron todos de acuerdo, sabÃan que las trampas convencionales a menudo lesionaban o herÃan a los animales atrapados en ellas. La idea era no dañar a los monos, sino estudiar su hábitat desde un ángulo más cercano. De manera que unieron sus mentes para tratar de solucionar el problema. Finalmente hallaron la solución. Consiguieron pequeños jarros con cuellos largos, dentro de cada uno ubicaron un puñado de manÃes y los ataron a los árboles. Un gran número de estos jarros fueron ubicados en la selva, en diferentes puntos estratégicos donde frecuentaban los primates. Habiendo olfateado los manÃes, los monos metieron sus manos en los jarros, confiando en que sus garras se introducirÃan en los mismos para asegurarse la comida. Pero para ellos el problema surgió cuando quisieron sacarlas. Por más que se esforzaban al máximo, no podÃan liberarse. Como consecuencia, los monos se quedaron allÃ, a merced de la expedición, gritando, incapaces de escapar con su botÃn, ni tampoco de dejarlo en donde estaba, hasta que fueron capturados uno por uno.
Si tan solo hubieran abierto sus manos y soltado lo que tanto aferraban, hubieran escapado tranquilamente, ya que la palma abierta de la mano hubiera salido del recipiente con la misma facilidad con que entró, mientras que es obvio que un puño cerrado, un puño que aferra, que quiere poseer a toda costa y no sabe soltar ni liberar lo que tiene oprimido, nunca logra escapar indemne y siempre queda prisionero de su propio apego. Nosotros también vivimos atrapados por objetos mundanos que nos atan y nos hacen estar cautivos por afectos enfermizos o posesivos, desde el dominio y la castración, y no desde la genuina libertad del ser, que es no esperar nada a cambio por nuestras acciones. Seamos conscientes cuando algo nos está poseyendo y alejando de nuestro centro, volviéndose más importante que uno mismo. Porque desapego no quiere decir convertirse en un muerto en vida, alejarse de todo e irse al Himalaya a meditar. Desapego significa no depender de nada y no hacer que tu vida y tu felicidad dependan de algo externo.
Donde entra una mano abierta, no sale un puño cerrado. Quien logra abrir su puño, gana su libertad. Quien no, ya quedó condenado. No te apegues a ninguna religión, porque te estarás negando la grandeza de Dios. No te apegues a este mundo, porque te estarás negando la grandeza del universo. No te apegues a tu cuerpo porque te estarás negando trascenderlo y fundirte en algo mucho mayor, a la energÃa creadora. No te apegues a tu espiritualidad, porque te estarás negando la iluminación. No te apegues al dinero, porque les estarás quitando a los demás.
Anthony de Mello.
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