Cuando parta la última golondrina,
y caiga la primera hoja,
sabré que el otoño ha vuelto.
Nuestro amor será el mismo y sin embargo,
habrá una humedad dorada en las caricias
y un dorado destello habrá en los besos.
Cuando sin pensarlo, la tarde se haga noche
y el canto de los grillos desvanezca en el aire
y tu cuerpo busque mi tibieza de nido,
el otoño será uno más entre nosotros.
Un amigo que vuelve desde siempre,
de tu infancia y la mía, de los jóvenes años de mi niña…
Todo ha de ser igual pero distinto, con esa diferencia que solo capta el alma.
Durante un largo, largo tiempo,
el silencio tendrá ruido de hojas secas,
y el querido refugio de tu cuerpo
tendrá esa melancolía incomparable, que se parece tanto a la tristeza.

Graciela Cáceres.
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